Amaneció temprano y tras un copioso desayuno, cortesía de mi querida madre, decidí retomar mi viaje hacia destino incierto. Mientras encendía motores y mi navegador se peleaba conmigo por la falta de concreción en las coordenadas, me decidí por recorrer esos fondos ya olvidados que tan bien me hicieron sentir en el pasado. Así mis pasos me condujeron, oyendo peces de ciudad de Ana Belén, hacia cuevas tranquilas, remansos de paz remodelados e incluso llegué a perderme entre tanto arrecife de coral desconocido. No puedo negar que fue reconfortante.
Justo en el ecuador de mi viaje recibí un mensaje en el navegador. Para mi sorpresa era mi escritora preferida, esa que con ropa o sin ella siempre te atraviesa el alma con sabias palabras. Me encantó la charla, aunque si es verdad que hubo un punto en el que parecíamos dos abuelas, en una mesa camilla, haciendo calceta.
Sin darme cuenta, descubrí que estaba a la deriva y que me hallaba en un puerto nuevo, desconocido, misterioso pero agradable y que desprendía un calor muy familiar para mí. Era el calor del deseo. Al salir del submarino, el regente del puerto me dio una calurosa bienvenida y yo, incrédulo, pregunté el por qué del alboroto ante un extraño sin importancia. Resultó que el puerto, al igual que el corazón del regente, tenían dueño, pero debido a su juventud tenia muy descuidadas sus obligaciones. Dos tardes pasé conversando con el regente, que resultó ser un viejo marino que muchas veces embarcó, muchas naufragó y desde hace un tiempo dispuso ser regente del puerto de nadie. Esas dos tardes fueron preciosas y muy productivas y a la hora de la despedida, un gran abrazo y la promesa del marino de buscar mi puerto y, con mi permiso, tal vez, quedarse un tiempo.
Tarot gratuito
jueves, 29 de enero de 2015
Tarot amor
Y ahí estaba yo, a los mandos de mi pequeño Nautilus, surcando el fondo del océano, cual capitán Nemo. Mi estancamiento de estos meses empezaba a ser aplastante y puesto que no puedo luchar contra el otoño, he decidido unirme a él. Después de pensarme mucho el destino a tomar durante el puente y tras barajar todas mis cartas de navegación decidí seguir mis benditos impulsos y surcar a lo largo y ancho este mar llamado vida en el que estoy inmerso.
Ya haciendo la maleta me di cuenta de los inconvenientes de no planear un viaje. La pregunta era obvia: ¿Qué llevo conmigo? Doblé como pude mi conciencia y la hundí en el fondo de la maleta, opté por cubrirla con mis instintos, encima de los Tarot gratuito dejé suavemente mi corazón, tan rojo y vivo que más bien parecía una sana fresa recién cogida y, para que no sufriera daño, lo envolví con el manto de mis ilusiones. Costó un poco cerrar la maleta, pero me ayudé de una gran sonrisa, de esas que se te dibujan en la cara cuando no te cabe el alma en el cuerpo. Facturé mi maleta en el puerto, aunque tuve que discutir con la chica para que pusiera en la etiqueta “destino Tarot gratuito”.
Calenté motores, encendí el navegador de a bordo y, marcando una ruta cualquiera, decidí fumarme un cigarrillo, mientras miraba el paisaje. De fondo, chambao. El océano tranquilo, el cielo despejado y un precioso atardecer, que más bien parecía de verano para la fecha, se fundían ante mis ojos. Pronto se hizo de noche y yo, aunque no temo demasiado al frío, decidí buscar el calor del hogar. Mis padres estuvieron encantados de compartir mesa y mantel con su hijo, una conversación relajada, amenizada por risas, suspiros y gestos de cariño. Se hizo tarde, así que decidí quedarme a pasar la noche. Por cierto, nada puede ser mejor que caminar descalzo por mi antigua habitación.
Ya haciendo la maleta me di cuenta de los inconvenientes de no planear un viaje. La pregunta era obvia: ¿Qué llevo conmigo? Doblé como pude mi conciencia y la hundí en el fondo de la maleta, opté por cubrirla con mis instintos, encima de los Tarot gratuito dejé suavemente mi corazón, tan rojo y vivo que más bien parecía una sana fresa recién cogida y, para que no sufriera daño, lo envolví con el manto de mis ilusiones. Costó un poco cerrar la maleta, pero me ayudé de una gran sonrisa, de esas que se te dibujan en la cara cuando no te cabe el alma en el cuerpo. Facturé mi maleta en el puerto, aunque tuve que discutir con la chica para que pusiera en la etiqueta “destino Tarot gratuito”.
Calenté motores, encendí el navegador de a bordo y, marcando una ruta cualquiera, decidí fumarme un cigarrillo, mientras miraba el paisaje. De fondo, chambao. El océano tranquilo, el cielo despejado y un precioso atardecer, que más bien parecía de verano para la fecha, se fundían ante mis ojos. Pronto se hizo de noche y yo, aunque no temo demasiado al frío, decidí buscar el calor del hogar. Mis padres estuvieron encantados de compartir mesa y mantel con su hijo, una conversación relajada, amenizada por risas, suspiros y gestos de cariño. Se hizo tarde, así que decidí quedarme a pasar la noche. Por cierto, nada puede ser mejor que caminar descalzo por mi antigua habitación.
http://tiposdetarot.com/ |
Suscribirse a:
Entradas (Atom)